Sobre este proyecto



INTRODUCCIÓN:


Pájaros sobre la cabeza es un proyecto creativo dentro de los marcos de autogestión y cultura libre.

Se trata de un proyecto que nace con la voluntad de encontrar equilibrios entre la vocación y necesidad creativa, y las necesidades económicas que toda persona normal tiene. Surge también de la necesidad de dar salida laboral a todos los conocimientos adquiridos durante mi etapa de formación artística. Y es también un acto de fe en la creencia de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Las opciones de autogestión y cultura libre no son un capricho ni responden a una moda, un proyecto como este solo puede ser realmente viable dentro de estos marcos, que, en los tiempos de crisis que corren, aportan herramientas reales para la solución de problemas inmediatos.
Son marcos que están basados en el aprovechamiento del capital humano y no de la virtualidad del capital financiero. Es un camino de auto-aprendizaje y adaptación a las circunstancias del entorno. 

También son necesarios estos marcos para mantener una coherencia entre los contenidos y las formas. Los temas que se tratan en las viñetas están relacionados muy directamente con las formas con las que son proyectadas al mundo.  Hacerlo de otra manera es como organizar jornadas de debate sobre la pobreza en el mundo en un hotel de 5 estrellas en el centro de París.

¿Por qué pájaros sobre la cabeza?
El tema surgió con total naturalidad, porque siempre estuvo ahí. Es una imagen muy sugerente cargada de todo tipo de significados y que lleva mucho tiempo en nuestro imaginario. Los pájaros en sí mismos son referentes de lo mejor y de lo peor, son signo y símbolo de cosas que pueden estar en clara contradicción.

En este proyecto representan el mundo de las ideas. Las características de los pájaros son extrapolables a las características de las ideas, y también lo son sus circunstancias. Y eso es lo que podréis encontrar en las viñetas de este proyecto.




AUTOGESTIÓN:



 Definir la autogestión como una dirección colectiva no es suprimir la función directiva, sino modificarla” 

Pierre Rosanvallón: (1979: 78).


Para explicar lo que es autogestión voy a empezar por usar el comodín de la RAE y sus siempre erráticas pero significativas definiciones.


Autogestión: 1. f. Econ. Sistema de organización de una empresa según el cual los trabajadores participan en todas las decisiones.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados (es curioso ver como la RAE le pone copyright al significado de las cosas.)


Ahora hagamos un poco de arqueología y busquemos las raíces del término autogestión,  que son bastante “modernas” y se iniciaron en el seno de la cultura anarquista. 


El término autogestión “proviene de la traducción del término servio-croata samoupravlje, que se compone de samo, que equivale al prefijo griego auto(por sí mismo) y upravlje, que se traduce como gestión. Del servio-croata, lengua principal de yugoslavia, pasó al francés y con la misma grafía (más el acento ortográfico en la última vocal) al español”   (Iturraspe, 1986: 30)[1].


Los ingleses hicieron dos acepciones del término samoupravjle, una es self-government que se refiere a la voluntad ciudadana de participar en el gobierno de la nación, y self-managment que se centra en el ámbito empresarial, indicando que el poder de tomar decisiones debe recaer en los integrantes de la empresa. Esta última acepción es la que ha prevalecido y ha sido simplificada en su definición por la RAE. Se elimina todo significado político-social y se margina al ámbito político-empresarial.

El término autogestión, quizás por lo nueva que es y a pesar de lo evidente que puede resultar su significado, tiene un amplio catálogo de acepciones dependiendo del ámbito en el que se esté usando. Me voy a centrar en su significado dentro del ámbito cultural y creativo.

En el libro “Música para Camaleones. El BlackÁlbum de la sostenibilidad cultural.” Del colectivo Trànsit Projectes se usa al camaleón como paradigma de lo que deben ser las personas y proyectos con vocación cultural sostenible y autogestionaria.


Los camaleones no siguen ruta alguna. Se adaptan, evolucionan, transmutan en pos de su existencia…[2]
 

Adaptarse y evolucionar al entorno son claves para hacer que un proyecto de esta índole funcione. Y para ello es necesario tener una visión de 360º grados. No se puede pretender cambiar el entorno, pero si pasar a formar parte de él como un elemento nuevo que aporta algo a su evolución natural. Esto implica dos características importantes de estos proyectos, la sostenibilidad y la creación de redes y estructuras adaptativas.


La sostenibilidad pasa por atender a la calidad cultural del proyecto, su impacto social y el cuestionamiento continuo del conocimiento que se va generando.


La construcción de redes permite ya no solo el poder crear obras interdisciplinares, sino que también crea estructuras de gestión y difusión más fuertes, a la vez que crean un tejido crítico más consecuente y real.  


El escenario actual de crisis evidencia más que nunca la necesidad de la creación de este tipo de estructuras que no dependen en exceso de las capacidades económicas de una comunidad pero que en cambio revalorizan su capital creativo y cultural.


El paradigma de este tipo de redes es el movimiento de “software libre". Nace de una cultura de la excelencia donde lo importante no es el beneficio económico que puede aportar tu trabajo, sino la calidad y la utilidad de este para la comunidad. El software que se desarrolla en estas comunidades tiene su código de programación abierto, de modo que cualquier usuario (con unos conocimientos  concretos) los pueda adaptar a sus necesidades y mejorar, para después devolverlo a la comunidad. Por cierto, el origen de esta cultura de excelencia es la universidad, donde, si bien no ha desaparecido, si está bastante pervertida.


En el ámbito cultural este tipo de iniciativas autogestionadas son cada vez más comunes. En el libro ya mencionado Música para Camaleones. El Black Álbum de la sostenibilidad cultural” se puede encontrar un amplio análisis de algunas de estas iniciativas.


Pájaros sobre la cabeza tiene vocación cultural y de autogestión, esto no consiste en elaborar un plan metódico de actuación en el entorno en el que vivo, o de planificar los pasos que ha de seguir el proyecto en cada una de sus fases. Consiste en generar una plataforma donde desarrollar mi actividad creativa, que responde a una necesidad, en estar atento a lo que sucede a mi alrededor, en estar abierto y provocar colaboraciones, en estar dispuesto a aprender y evolucionar, en estar dispuesto a errar y encontrar nuevas vías en ese caminar errático. 


Pájaros sobre la cabeza no es en sí misma una red, es un nodo que conecta otras redes a las que pertenecen otros proyectos de distinta índole y vocación. De momento estas conexiones son pocas y aún no han empezado a funcionar del todo, pero el cable está tendido y solo es cuestión de tiempo y de tesón que empiecen a comunicar y a ser fuente de sostenibilidad para el proyecto.


Tener vocación de autogestión significa también reunificar las dos acepciones en las que se dividió el término por los ingleses.  Es tener una actitud crítica ante los procesos que forman parte de nuestras vidas.





[1] HUDSON, Juan Pablo. Formulaciones teórico-conceptuales de la autogestión. Rev. Mex. Sociol [online]. 2010, vol.72, n.4 [consultado  2013-05-21], pp. 571-597 . Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032010000400003&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0188-2503.


[2] Varios Autores. Música para Camaleones. El Black Álbum de la sostenibilidad cultural. 2012. Madrid-Barcelona. Transit Projects. Disponible en http://blog.transit.es/mpc-online/ 



CULTURA LIBRE




Gabriel Zaid nos habla de 3 conceptos de cultura[1]:


La cultura personal, conceptualizada por los romanos (los griegos no tenían el concepto de cultura) y que es referida al cultivo intelectual y espiritual del individuo a través de la lectura, escritura y participación en actividades culturales.                                                                        
La  cultura social, conceptualizada en la ilustración, que habla de una cultura institucionalizada y con una importante labor “evangelizadora” (usando este término de forma no religiosa).                                                                    

La cultura  comunitaria,  es reclamada por el Romanticismo del XIX  en respuesta a los desmanes culturizadores  de la misión ilustrada. Si la ilustración defendía una cultura única, la cultura comunitaria promueve la defensa de la diversidad cultural de los pueblos y su carácter horizontal.
 
Lo que sí tienen en común la cultura social y la cultura comunitaria es que ambas están destinadas a que se pueda desarrollar la cultura personal. 

Esta taxonomía de la cultura de carácter historicista nos puede servir como vehículo para explicar el marco cultural actual, y en concreto, el de cultura libre.


Se puede decir que los tres tipos de cultura conviven (y es posible que siempre haya sido así) en la actualidad.  Se puede hablar de una cultura institucional, es la cultura del copyright; de una cultura comunitaria encarnada en los usos y costumbres de cada comunidad y en su folklore; y de una cultura personal, la cultura de consumo. 

Este tipo de “cultura personal”, consume cultura institucional y consume cultura comunitaria, pero a diferencia de lo formulado por los romanos, no cultiva el intelecto ni el espíritu, y eso es porque solo existe lectura y  no hay  reescritura de esos contenidos culturales, no existe una cultura activa.

ahora en nuestro siglo recién estrenado, podemos ver el resurgir de la cultura de lectura-escritura del siglo XIX”   Larry Lessig[2]

En 1906 Philip Sousa hizo un alegato en el congreso de los EEUU en contra de lo que el denominaba “máquinas parlantes” (el fonógrafo) acusándolas de que harían que olvidásemos como cantar o hacer música, incluso aventuraba un  atrofiamiento de la cuerdas vocales. 

Las cuerdas vocales no se nos han atrofiado, no hemos olvidado como cantar o hacer música, lo que no imaginó Sousa, es que las limitaciones al uso de nuestras cuerdas vocales vendrían por parte de las instituciones con  las leyes de copyright, que son las que realmente limitan el uso y la creación de contenidos culturales. Obstaculizan los procesos de lectura-escritura tan necesarios para el desarrollo de una cultura personal, y lo que es aún peor, nos educan en una cultura de consumo que pervierte nuestra relación con la cultura comunitaria.
La historia de la propiedad intelectual es compleja y está llena de batallas legales de todo tipo. Y  las batallas legales, cuando implican ganancias, son falladas a favor del que más poder acumula. Por ello, casi toda la jurisprudencia y legislación que fundamentan la propiedad intelectual están hechas a la medida de las grandes empresas y lobbys culturales, y no, como se nos quiere dar a entender, a favor del creador.

Esta situación de la que hablo pertenece, en parte, al siglo pasado, en nuestros días la aparición de internet está ayudando a la regeneración de la producción cultural. Hace viable, más que nunca, esa necesidad de lectura escritura de los contenidos culturales, la cultura activa.


Voces que suenan muy alto, pero que no son tantas, acusan a internet de destruir la cultura por facilitar el intercambio libre de contenidos con copyright. No es la cultura lo que se destruye, sino su modelo de negocio. 

Usando la taxonomía de Gabriel Zaid de la cultura, podríamos redefinir el paradigma cultural de esta manera:  la cultura institucional es Internet, la cultura personal son las personas que interactúan en internet y la cultura comunitaria es el producto de esa interacción.

En la nota de edición del libro de Lawrence Lessig “Por una cultura libre” se la define como las tierras comunales de la cultura y el pensamiento. En este mismo libro se refiere a la red como: El collage libre, lugar donde se genera autoconocimiento, plataforma educativa que no sería posible sin la existencia de una cultura libre que permite trabajar a partir del trabajo de otros…[3]
 
He aquí una de las claves, toda creación viene inevitablemente de lo que otros han hecho antes.

En este punto hay que hablar de qué pasa con  los derechos de los creadores, y  las necesidades vitales de estos. Me atrevo a plantear la hipótesis de que el problema radique en que siempre se ha hablado desde los términos de propiedad intelectual. La propiedad es algo que puede cambiar de manos, por lo que una propiedad intelectual puede pasar de mano en mano generando ganancias a quien sea su dueño.  En cambio la autoría es algo intransferible, y es donde residen los méritos que legitiman los derechos del creador sobre su obra, a pesar de que esté construida a partir de otros hechos culturales, que a su vez pertenecen a otros autores o comunidades.  

Hasta ahora la gestión de los derechos de autor estaba en manos de las instituciones gubernamentales y en su legislación del copyright. La red ha obligado a estas instituciones a que se tengan en cuenta otras formas de gestión de estos derechos, que en un mundo globalizado superan las fronteras de las naciones, y que permiten al creador ser el mismo quien decida cuales son los usos que se le puede dar a su obra. 

La más conocida  y establecida son las licencias Creative Commons[4]:
Se trata de una corporación sin ánimo de lucro establecida en Masachussets pero que tiene su sede en la universidad de Stanford. Su creador es Lawrence Lessig, profesor de derecho en la universidad de Stamford.

Al contrario de lo que muchos podrían pensar, Lessig no está en contra de la propiedad intelectual y aboga por la construcción de una capa de copyright razonable por encima de los extremos que reinan hoy en día.


En su libro “Por una cultura libre” plantea que los grandes problemas de la propiedad intelectual son la acumulación de estos derechos por grandes empresas culturales, sus abogados,  la dilatación en el tiempo de estos derechos de propiedad y las dificultades que existen a la hora de poder identificar a los dueños de los contenidos culturales, debido al escaso control por parte de las instituciones gubernamentales de estos copyright (para que una obra tenga copyright solo tienes que indicarlo, no es necesario ningún trámite). 

La solución que aporta Lessig con las creative commons resuelve este último problema. Con sencillas etiquetas el autor determina el grado de libertad de uso de su obra, facilitando la labor de otros creadores a nivel global. Las principales etiquetas que ya están implementadas (o permiten su implementación) en muchas plataformas de internet son: Atribución (nombrar al autor), uso no comercial, no permitir obra derivada, compartir igual. Existen más, pero estas son las más extendidas y comunes. Solo las obras etiquetadas con atribución y/o compartir igual entran dentro del marco de cultura libre. La etiqueta compartir igual, tiene una vital importancia en la difusión de este modelo cultural ya que lo convierte en algo viral.
He escuchado muchas veces que estas licencias no tienen ninguna seguridad jurídica, yo siempre respondo que tiene tanta como el copyright tradicional, al final tienes que contratar un abogado. La diferencia, aparte de facilitar la labor de otros creadores aclarando que usos pueden dar a tu obra, es que te obligan a repensar el ámbito cultural en el que trabajas y a crear así un modelo económico adaptado a tus necesidades y posibilidades. 

Al publicar en internet cualquier contenido estás generando una prueba de que eres autor de ese contenido. A parte están surgiendo en internet plataformas como Safe Creative [5] que se encargan de forma gratuita de registrar esos contenidos publicados ofreciéndote, en caso de surgir algún problema, ese registro. Te ofrecen también una serie de modalidades de pago donde se incluyen asesoramiento especializado y seguimiento del uso de tu obra por un precio que ronda los 50 euros anuales. La debilidad que tienen este tipo de licencias aparecen cuando se quiere obtener remuneración por esos contenidos, el camino fácil es afiliarse a una entidad de gestión colectiva[6] (como la SGAE), la otra opción es negociar cada vez que se dé el caso de obtener remuneración por esos contenidos.

La historia de este tipo de licencias se está escribiendo, y es muy difícil predecir qué pasará y cómo evolucionarán. Las herramientas para labrar el camino a una cultura libre están creadas, queda su perfeccionamiento, que por suerte o por desgracia, tal como están planteadas, tanto su uso como su perfeccionamiento son una tarea comunitaria.


“Pájaros sobre la cabeza” está bajo una licencia Creative Commons con etiquetas, Atribución, uso no comercial, compartir igual.





Rafael García Artiles, a 6 de Junio del 2013






[1] ZAID, Gabriel (2007). Tres conceptos de cultura.[en línea]. Revista digital: Letras Libres [Fecha de consulta: 23/05/2013]. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/tres-conceptos-de-cultura?page=full
[2] LESSIG, Larry  (2008). Creative Commons y cultura libre. Una legislación insensata. [en línea]. Revista digital: Telos [fecha de consulta: 23/05/2013].
[3] LESSIG, Lawrence.(2005) Por una cultura libre: cómo los grandes grupos de comunicación utilizan la tecnología y la ley para clausurar la cultura y controlar la creatividad. Madrid : Traficantes de sueños.
[4] podéis encontrar más información sobre estas licencias en http://es.creativecommons.org/blog/
[6] TORRES-Padrosa, Víctor/ DELGADO-Mercé, Jaime. 2011 Alternativas para la autogestión de los derechos de autor en el mundo digital. [en linea]El profesional de la información , vol. 20, n. 1, pp. 61-69. [Fecha de consulta:26/05/2013]. http://eprints.rclis.org/15296/

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